Siguiendo con la vena jazz del día, retomo una de las repescas que hice en Concepto Radio este año siguiendo dicha temática.
http://www.conceptoradio.net/2013/02/13/rewind-george-russell-electronic-sonata-for-souls-loved-by-nature-1968/
George Russell
Electronic Sonata for Souls Loved by
Nature-1968
Flying Dutchman, 1971
Hacía tiempo que me
apetecía escribir y recomendar este disco del norteamericano George
Russell, liderando en esta ocasión una grabación en la cual no solo
tiene sentido el documento en vivo grabado en el Sonja Henie/ Niels
Onstad Center For The Arts ubicado cerca de Oslo, un 28 de abril de
1969. Esa grabación, la utilizaría Russell como punto de partida
para juguetear con fragmentos electrónicos y el sonido manipulado de
cintas (técnicas de la época) que fueron realizadas en los
Electronic Music Studios (EMS) en Estocolmo, en lo que Russell
definía como “a huge computer”. Aunque todos estos
planteamientos suenen demasiado teóricos a la vista, el resultado de
Russell es simplemente mágico. Liderando al piano un sexteto que
incluía además a Manfred Schoof (trompeta), Jan Garbarek (saxo
tenor), Terje Rypdal (guitarra), Red Mitchell (bajo) y Jon
Christensen (percusión) para facturar un disco dividido en eventos
que conforman dos largas piezas que rondan los veinticinco minutos de
duración en los que vanguardia, big band, groove e improvisación se
entremezclan con total naturalidad en un disco que respira
espiritualidad y paz. La primera pieza del disco se abre con el
magnífico pulso de Red Mitchell al bajo, reptando entre una línea
que crea un groove en el que los distintos elementos empiezan a
sumarse con calma y naturalidad, la percusión, la post producción
sutil de Russell y después el resto de elementos en vivo con el
piano y los vientos en una suerte de comunión entre el Coltrane más
clásico, Mingus, Pharoah Sanders, incluso algo de cool jazz de
Ramsey Lewis etc., pero especialmente hay mucho de Dizzie Gillespie.
La técnica de Russell era jugar con diferentes tipos de
improvisación y patrones, aunque a Russell se le reconoce su trabajo
en torno a lo que el llamaba “Lydian Chromatic Concept of Tonal
Organization” , basado en dicha escala (una escala con un elevado
cuarto, es decir, C, D, E, F #, G, A, B) y el concepto de Vertical
Forms (una especie de formulación sobre diferentes capas/ niveles de
patrones o elementos rítmicos), aunque la explicación es mejor
observarla en las notas de Russell:
”Much is improvised,
much is controlled improvisation, which is just what the Vertical
Form technique is all about. The composer states a theme and suggests
various tempos that the theme be played in. The band then plays
the
theme in those various tempos against, usually, a set or tonic tempo.
So all of that is written -all ensembles are written, all solos are
not written. But they may have a road to improvise on. So the
composer is exercising varying degrees of control. But he's always in
control. You never abandon control. ”
El concepto de control es
evidente al escuchar en “Electronic Sonata for Souls Loved by
Nature-1968”, al tejer un entramado donde todos los elementos
dispares se van asociando a las notas iniciales creando una suerte de
introducción de aire cool que se desvanece en la primera parte donde
la manipulación electrónica aparece creando un parón onírico que
obviamente con la visión presente nos recuerda a la mirada de Ghost
Box sobre la electrónica y técnicas de esta época, dejando que
Garbarek vaya penetrando en esta grabación y la percusión hasta
enfrentarse a un nuevo fragmento mucho más caótico y nervioso,
dejando que los elementos electrónicos se cuelen creando una doble
sensación al parecer que la actuación en vivo camina hacia delante
y el sonido electrónico hacia atrás. De nuevo el remanso vuelve
tras otro interludio electrónico con un tono mucho más melancólico
y nocturno y , de este modo la composición de Russell avanza,
dejando que distintos moods y agitaciones se vayan superponiendo a la
capas que añadió después de la grabación. Esto lo convierte en un
viaje cambiante y realmente curioso, que no llega a caer en ningún
momento en el agotamiento, ya que el nivel de sinuosidad y ritmo que
contiene este disco lo convierte en un artefacto realmente atractivo.
El final, con motivos percusivos africanos se entronca con el inicio
de la segunda composición que comienza con el regalo de su amigo Cal
Floyd con unas cintas que le trajo de su viaje a Uganda, donde unas
voces se unen al aquelarre percusivo del inicio del disco creando un
exótico collage reflejando la implosión cultural de la época,
hasta que una nueva capa electrónica nos traslada a una especie de
viaje por el jazz latino cortada súbitamente por una suerte de blues
clásico que después nos devuelve el espíritu groove soul y Russell
nos sigue llevando por un mundo de influencias en el jazz de
distintas latitudes y siempre con un aspecto rítmico juguetón que
te arrebata el pulso de club y combinados de bourbon entre cortinas
de humo siguen acumulándose entre animadas conversaciones a tu
alrededor e incluso la guitarra eléctrica aparece confiriendo un
efecto curioso entre esta suerte de big band que juguetea con el
swing y el afro jazz, (be/post)bop y tantos otros motivos en los que
principalmente el mood groovy se hace irresistible y permeable en
todo momento, dejando que los fragmentos posteriores donde aparecen
las grabaciones al órgano de Russell en una vieja iglesia en Noruega
que confieren un aire hechizado y onírico. Un compendio único y que
después de esta cima , Russell volvió a retomarla en 1980 en Milán
con otros músicos y después de un parón en el que su actividad
editorial es escasa y parece centrarse más en su labor como profesor
de conservatorio. En fin, no me cansaré de recomendar este disco
nunca, ya que de algún modo tanto puristas del género como
rastreadores de experimentación pueden unirse en torno a la misma
obra. Apasionante, sin duda.
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