La rutina no invita a levantarse con optimismo un martes, menos si es martes y 13. No es que sea una persona supersticiosa, pero si que me siento atraído por toda esta suerte de imaginario popular de supersticiones. El martes, además, es el día de mayor desamparo dentro de la semana laboral al encontrate que el fin de semana se ha acabado y que el viernes aún queda lejos. Recibir este "Quarter Turns Over A Living Line" un martes y 13, tan solo podía deparar buenas noticias. Había cierta reticencia después del experimento desigual de Stott en "Luxury Problems", pero el malditismo del día ha conseguido penetrar también en un larga duración descarnado y tremendo. Los dos cortes previos anunciaban pocos cambios en su sonido, pero definitivamente una perfección detallista y milimétrica en su sonido. Pero no podía imaginar que lo fuera ser tanto, impregnando de gravedad todos sus cortes desde el inicio estático de "Passed Over Trail" hasta el imposible final donde juguetean con el ambient animal de Ben Frost entre percusiones que cortan el aliento. Este recorrido que no llega a cuarenta minutos de duración ha hecho que hoy el camino de vuelta a casa se haya extendido a propósito para conseguir conciliar las imágenes del día dentro del coche, observando como el paisaje otoñal de las hojas arrastradas por el fuerte viento levantino, la lluvia sin llegar a ser insistente aún dejaba su rastro en la calle, el frio cada vez más intenso...aunque no está el precio del carburante como para ir dando vueltas sin rumbo, ha sido un momento de placer indescriptible al mayor volumen que podía interponer entre mi conducción y mi cordura. Raime han conseguido helar la música electrónica al igual que el "Aftertime" de Roly Porter con la manipulación ruidista de sus bajos, del detallismo de la instrumentación y del apartado rítmico deconstruído en una suerte de mazo de hormigón penetrando entre las agujas y los arañazos del resto de los elementos. Al mismo tiempo, en el coche iba pensando que esta generación de músicos como Raime, Roly Porter, Lee Gamble, etc. presentan una suerte de vaciamiento de la tradición electrónica hacia nuevos terrenos parecida a la que bandas norteamericanas como Slint, Codeine o Seam hacían del rock y el hardcore en los ochenta. Utilizando los mismos elementos, imaginaban otra velocidad a éstos, remoldeando sus elementos hacia una nueva letanía abstracta y angustiada. Una angustia que proviene de la monolítica prostitución que ha sido sometida la música electrónica como vehículo de una cultura a la que nada le importa la creación ni el arte. Una respuesta deambulante a un entorno para una generación perdida, el desastre de la deshumanizacion por parte del capitalismo de absorver cualquier nuevo símbolo que refleje a las nuevas generaciones. Sea su pretensión o no, conseguir evocar tanto desgarro y deshaliento es capaz de crear una fuerza motriz en sentido contrario que se apodera de tus neuronas y tan solo sabe apreciarla como gloria, en el caso que alguna vez esta fuera malsana,viscosa, errática y demencial. Obra maestra.