miércoles, 12 de noviembre de 2008

Tape / Ryoji Ikeda : Mininos de 2008






Es momento para la alegría. Para las pequeñas alegrías, claro está. No me refiero a la magnitud de los discos en cuestión, como al tamaño de los elementos sonoros que les dan vida. Todo esto, suele caer en distintas cubetas de etiquetas y descripciones.



Este año ya ha habido varias alegrías en este territorio. Una recapitulación rápida sería: Jean Luc Guionnet & Nakamura con “Map”, Jacaszek y su “Tremy”, cualquier 3” o colaboración que se le ocurra a Machinefabriek, “Ocean Fire” por Willits & Sakamoto, “River Water” de Aaron Martin, The Advisory Circle y “Other Channels” o el nuevo split de Fennesz con Philip Jeck “Amoroso”. Sin olvidar, que aun faltan para este año sus dos largos.



Entre todo esto, tenemos el nuevo disco de Tape. El trío compuesto por los hermanos Andreas y Johan Berthling con Tomas Hallonsten, en esta ocasión, cambia los planteamientos de su anterior y maravilloso “Rideau” (grabado en Colonia por Marcus Schmickler). Donde antes eran largos paisajes sonoros, con sus puntuales subidas y bajadas dejándote completamente hipnotizado, ahora se presentan todas sus virtudes en diez fragmentos durante cuarenta minutos.


Grabado en su estudio de Estocolmo, Summa, vuelven a conjugar perfectamente los elementos acústicos con los electrónicos creando una música tan permeable que asusta. Las suaves notas de un piano en “Dripstone”, la calidez de una guitarra en “Mistery Mutiny” o “Altamira”, recuerdos a Dirty Three en “Beams”, los deliciosos teclados recorriendo “Fingers” en una pieza llena de una inspiración que ya Tortoise quisieran para ellos.


Para el final, nos dejan con las composiciones más alargadas y sabe a gloria. “Parade” y “lluminations” sirven para endulzar aun más un auténtico paraje ensoñador. La primera con el encanto de una caja de música, con voces de niños de fondo, trayendo recuerdos de patio de colegio, la segunda te envuelve en ese paraje que cada uno solemos recordar cuando cerramos los ojos para recordar sensaciones de bienestar y añoranza. “Beams Out” no puede ser más preciosa y poner punto y final a un disco que asusta por su compleja cercanía.



La siguiente parada dentro de estos parajes, es para lo nuevo de Ryoji Ikeda. No es fácil explicar de una manera objetiva las sensaciones que produce su trabajo. Pese partir de puntos completamente objetivos como este caso, un sistema que convierte todo tipo de datos en códigos binarios de 1’s y 0’s. Todo esto para tratar de comprobar la respuesta de este sistema en nuestra percepción de oyentes.


También, hay que tener en cuenta que todo esto hay que unirlo a la necesidad de comprender este trabajo con un soporte visual, tal y como hace con sus instalaciones o los conciertos, dentro de la serie datamatics, donde en esta ocasión presentará una sincronización entre música e imágenes en blanco y negro donde los fotogramas se contarán por centenares por segundo.




Y aún así, con todo este componente visual a tener en cuenta en el trabajo del autor de cosas tan tremendas como “Dataplex”, adentrarse en este disco de manera aislada es también una auténtica experiencia, donde se suceden los impulsos electrónicos, incesantes señales o fragmentadas partículas sonoras. Lo importante en este disco es dejarse llevar. Ahora que lo habitual es consumir música de una manera compulsiva, cuesta recostarse y prestarle atención a un disco. Pasados tres o cuatro cortes del disco, la sensación inicial se torna de una forma mucho menos caótica y entonces, ya nos tiene atrapados.


Todo esto puede ser mucho más comprensible el día 9 de mayo en Roma. Pero, al fin y al cabo, solo queda la constancia de un paso adelante en la obra de este artista. Y eso es hablar de una gran experiencia sonora.La misma experiencia que moverse en polos opuestos dentro de un mismo territorio.


Esto es lo que podrían representar Tape y Ryoji Ikeda. Por un lado, un tratamiento humano a sonidos electrónicos. Digamos que su propuesta minimalista se hermana con el pop. Al otro lado del cuadrilátero, tenemos a Ikeda emparentado con la frialdad informática. Eso serviría para definir los envoltorios, pero en el fondo ambas dos propuestas están diseñadas para la experiencia humana.


La sensación de estar ante dos grandes discos, es completamente certera.

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